Comidas
1 Turno: Hora de Entrada 13:00 a 13:15
2 Turno Hora de Entrada de 15:00 a 15:15
Cierre del Local a las 17:00
Vermut Casero o Cerveza y
Canutillo de Cecina Ahumada con crema de queso y Rúcula
Milhojas de Foie Micuit con Manzana y Jamón de Teruel
y
Croquetas de Gambas con Alioli
Canelón de Boletus y Trufa Negra
Paletilla de Cabrito ecológico de Albarracín al Horno
Almohábana de Albarracín con Helado de Turrón, Almendra y Chocolate
Protos (D.O. Ribera de Duero)
Otto Bestúe Chardonnay (D.O. Somontano)
Tabla de Embutidos de Aragón Con Jamón de Teruel y selección de Embutidos Artesanos Melsa (Graus),
y
Croquetas de Cecina con Ailioli de Ajo Negro
y
Canelones de Rabo de Toro con Salsa de Tomate y Queso
Cazuelita de Cardo en Salsa de Almendras y Trufa con Crujiente de Cebolla
Paletilla de Ternasco (D.O. Aragón) asado con patatas a nuestro estilo, o
Puntas de Solomillo de Vaca con Salsa de Boletus, o
Lomo de Bacalao gratinado a la muselina de ajo, o
Muslo de Pato confitado con cebolla caramelizada y salsa de frutos rojos y mango
Mantecado relleno de Helado de Turrón, con Almendra y Chocolate
Aunque un día puede parecer muy poco tiempo para disfrutar de todo lo que puede ofrecerte el encanto histórico de la ciudad, te dejamos algunos de los lugares esenciales para que sepas qué ver en Albarracín si vienes de visita solo un día:
Dependiendo de la época del año en la que nos visites y los días que vayas a pasar en la localidad, qué hacer en Albarracín puede ser una experiencia diferente, aunque igualmente enriquecedora.
Un fin de semana en Albarracín es una elección estupenda para poder probar toda su oferta gastronómica y cultural con calma, y no perderte nada de lo que nuestra ciudad medieval puede ofrecerte.
Visita el casco histórico, pasea por la increíble naturaleza que envuelve la localidad, disfruta de los eventos locales, hospédate en un lugar encantador y prueba la gastronomía local y la buena cocina de la sierra de Albarracín.
En el Rincón del Chorro tenemos una carta con productos de proximidad y de temporada para que no te pierdas ninguno de los manjares de la zona.
Además de todas las opciones culturales y gastronómicas de la ciudad, venir en Semana Santa a Albarracín puede ser incluso más gratificante.
Las procesiones y los tambores toman las calles durante la semana, siendo una oportunidad única para observar las hermosas imágenes religiosas y escuchar la música, y los cánticos de las hermandades locales.
Por otro lado, es habitual la celebración de los Mayos de Albarracín, Esta fiesta se celebra el 30 de abril de cada año y es la más tradicional y reconocida de Albarracín. Podrás encontrar la rondalla del pueblo cantando jotas dedicadas a las mozas del pueblo, entre otros eventos.
¡Albarracín en verano es una auténtica maravilla! Una de las mejores épocas del año para visitar este tesoro medieval es la estival. Gracias al buen clima de estos meses, disfrutar de toda la naturaleza que rodea la ciudad es todo un placer.
Una de las actividades más populares en verano es hacer senderismo por el Parque Cultural de la Sierra de Albarracín, que cuenta con rutas de diferentes niveles y paisajes impresionantes.
Albarracín en la temporada de otoño es un regalo para los sentidos. Con su impresionante paisaje ocre, los árboles amarillos y una temperatura agradable, esta época del año es ideal para una visita.
Además, gastronómicamente hablando, es la temporada de las setas, lo que atrae a mucha gente para recolectarlas y disfrutarlas en platos exquisitos.
En esta época, en nuestro restaurante apostamos por platos con setas de otoño y participamos en las jornadas gastronómicas de las setas que organiza Turismo de la Sierra de Albarracín.
Si visitas Albarracín en Navidad, podrás disfrutar de la decoración navideña que engalana la ciudad creando un ambiente mágico y acogedor. Si además nieva durante esos días, la estampa es simplemente maravillosa.
Durante esta época también podrás visitar el Belén de la Plaza Mayor, participar en la Cabalgata de Reyes o practicar deportes de invierno en las estaciones de Javalambre y Valdelinares.
A partir del 27 de diciembre y, más concretamente, si te acercas al Rincón del Chorro en Nochevieja, ofrecemos una cena muy especial que no puedes perderte. No te olvides de reservar, puesto que es una de las más solicitadas y populares de la zona.
Finalmente, si tienes la opción de alargar las vacaciones de navidad, en enero se celebra la fiesta de San Antón, fiestas muy entrañables y especiales para el pueblo de Albarracín.
En Restaurante Rincón del Chorro puedes disfrutar de la mejor gastronomía de la zona.
Pero también puedes descubrir maravillosos parajes de la Sierra de Albarracín, conocer su historia, lugares más emblemáticos y hacer alguna de sus fantásticas rutas de senderismo para ir abriendo boca.
Te proporcionamos la información necesaria para que puedas conocer lo mejor del entorno que rodea al Rincón del Chorro.
La Ciudad de Albarracín esta considerada como uno de los conjuntos historico-artístico más interesante de España, joya del patrimonio de Aragón. Es por esto por lo que en 1962 fue declarada Monumento Nacional, así como esta a punto de recibir por parte de la UNESCO la declaración de Monumento de Interés Mundial.
Con una población de 1.006 habitantes (censo de 2020) y a 1.171 m. de altitud, Albarracín es un conjunto medieval, perfectamente cuidado, que invita, al pasear por sus estrechas calles, a retroceder al pasado. Sus construcciones se apiñan, entre callejuelas levantadas al máximo, robando el espacio disponible. De la Ciudad destaca sobre todo su conjunto, aunque también encontramos edificios notables como la Catedral o el Palacio Episcopal, o muestras de arquitectura popular como la Casa de la Julianeta o la del Chorro.
Pero Albarracín también es la cabeza de la Sierra que lleva su nombre: La Sierra de Albarracín, que ofrece al visitante un mundo lleno de contrastes y belleza digno de su visita.
Prehistoria
Los restos encontrados en los diversos yacimientos arqueológicos de la Sierra de Albarracín nos trasladan al final del Paleolítico y comienzos del Neolítico (aproximadamente 6000 a.J.C.).
El nomadismo, los campamentos provisionales, la caza y la recolección determinaban la vida de estos primeros habitantes, que nos dejaron su visión del mundo plasmada en las pinturas rupestres de la zona del Rodeno, cerca de Albarracín. Estas representaciones pictóricas continuaron produciéndose hasta muy avanzado el Neolítico (3000 a.J.C.).
De la Edad del Bronce, existen importantes yacimientos, como el de La Loma, La Loma de la Tejería, en Albarracín, aunque se trata de una época muy oscura.
Con la conquista de Numancia en el 133 a.J.C., comienza la colonización romana. Son pocos los restos encontrados:
De la época visigoda, se conserva muy poco, solamente algunas referencias literarias que nos hablan de que, en esa época, Albarracín era conocido como Santa María de Levante.
La época de la invasión árabe es una de las más interesantes junto con el posterior dominio cristiano.
Los musulmanes empiezan la conquista en el 711. Desde el principio, Albarracín adquiere una gran importancia como punto militar. Aprovechando estas condiciones, los Beni Razín, tribu berberisca que había formado parte del ejército de Tarik, comenzaron a extender su dominio por esta serranía, constituyendo la «Shala» de los Beni Razín.
Ya en el siglo IX, esta tierra debía ser una unidad administrativa propia, dependiente del califato de Córdoba, donde estos jefes bereberes extendían su poder dentro de un contexto político marcado por las constantes revueltas de la Marca Superior.
De esta primera época son la Torre del Andador, la Alcazaba y la Torre del Agua.
A raíz de la fitna (1009-1013), se desintegra el Califato de Córdoba y surgen los reinos de taifas, uno de los cuales fue el de Albarracín, la fortaleza más importante del territorio llamada Santa María de Levante o Santa María de Aben Razín. . Su primer rey fue Abu Mohamed Hudail Ben Razin, que reinó desde 1013 hasta 1045. Le sucederá su hijo Abdelmélic, 1045-1103. De esta época se conserva un especiero de plata.
En tiempos de este mandatario, cuentan las crónicas que acudió a estos lugares el Cid Campeador, para obligar a los de Albarracín a pagar tributo al rey de Castilla. Y en una de las escaramuzas resultó gravemente herido el Cid.
A la muerte de Abdelmélic, en 1103, la situación política en la Península era extremadamente delicada para los intereses del Señorío de los Beni Razín.
La presión de los almorávides desde levante era incontenible, a pesar de los esfuerzos de Alfonso VI. Junto con Albarracín, la única taifa que perduraba era la de Zaragoza.
De esta forma, cuando Yahia Ben Abdelmélic sucedió a su padre en 1103 poco pudo hacer para que al año siguiente el territorio pasara a depender de Valencia. Y tras esto, la oscuridad casi absoluta hasta la constitución del señorío cristiano de los Azagra, en 1170.
Albarracín pasó a manos cristianas por cesión a la familia cristiana navarra de los Azagra (mediante un contrato o pacto entre el rey Lobo de Murcia y el de Navarra). Es así como estas tierras se entregan aun señor navarro que jura vasallaje a Santa María.
D. Pedro Ruiz de Azagra (1170-1186) tiene que recurrir de nuevo al equilibrio y al tacto diplomático para evitar que su territorio caiga en manos de sus codiciosos vecinos.
Una de sus primeras decisiones es aliarse con el obispo de Toledo, creando una diócesis conjunta que le sirve como escudo contra las aspiraciones del obispo de Zaragoza. El primer obispo de Albarracín es D. Martín (1172).
El hermano de D. Pedro es D. Fernando Ruiz de Azagra, segundo señor de Albarracín. Su amistad con el rey de Aragón, Alfonso H, frenó las aspiraciones de los de Castilla. Murió en 1196 y le sucedió su hijo Pedro Fernández de Azagra.
D. Pedro Fernández es el más importante de los señores de Albarracín. Instituyó el primer Fuero de Albarracín en 1222, sentando las bases de lo que hoy es la Comunidad de Albarracín. Se sucedieron distintos señoras hasta la conquista por parte del reino de Aragón (1285).
En 1283, Pedro III de Aragón declaró la guerra a Albarracín, iniciándose un duro y largo asedio, tras el cual, en 1285, l rey no incorpora este territorio a su reino, sino que lo cede a su hijo bastardo Fernando.
Continua así, ligado a la Corona de Aragón hasta que se incorpora definitivamente a la realeza aragonesa, respetando sus Fueros, en 1379, conservando en la práctica una casi total independencia administrativa y judicial.
Hasta finales del siglo XVI el denominador común de la historia de Albarracín es la defensa a ultranza de sus Fueros, lo cual provocó enfrentamientos constantes con los distintos reyes.
Al final, Felipe II consiguió desgastar esta oposición a fuerza de cargas, impuestos y represiones y, el 11 de febrero de 1598, los de Albarracín y su Comunidad llegaron a un acuerdo que propició la abolición de los Fueros y libertades, aunque conservaban algunos instrumentos administrativos y judiciales propios. Lo poco que quedaba se suprimió en 1707 con el Decreto de Nueva Planta promulgado por Felipe V.
Por estas fechas, a pesar de la decadencia política, Albarracín y su serranía gozaban de una buena situación económica, basada sobre todo en su potente ganadería.
Todo cambia con la Guerra de la Independencia. En 1809, el general francés Plique organizó una columna de castigo contra Albarracín y su serranía que supuso la ruina de la ciudad.
La Guerra de la Independencia fue para la Sierra de Albarracín un duro golpe que supuso el inicio de una decadencia económica que dura hasta nuestros días.
Durante las Guerras Carlistas, estas tierras se decantaron por Carlos V, aunque no fue una zona especialmente importante. En esta época, en 1839, es cuando Albarracín pierde a su último obispo, D. Pedro Talayero Royon. Ya no se nombrarían más obispos para estas tierras y, desde 185 1, el obispo de Teruel es también el administrador apostólico de la Diócesis de Albarracín. Pero, en 1895, D. Damián Iguacén disuelve esta Diócesis y la unifica con la de Teruel tras ser obispo por un día.
Con la Guerra Civil española, se acentuó la decadencia de la decadencia y despoblación, fenómeno, éste último, que se acentuó especialmente con la Revolución Industrial de los años 60,y la emigración a grandes ciudades como Valencia o Zaragoza.
Hoy en día, y sobre todo debido a la fuerza del turismo se intenta que esta despoblación cese, para lo que Albarracín y la Sierra entera intentan entrar en procesos modernizadores.
Erase que se era una princesa encantadora, que quedó encantada por arte de brujería y porque quiso casarse con un doncel judío, habitante de aquel Barrio de San Juan que de sefarditas estaba poblado.
Nunca se supo más de ella y el pueblo la creía muerta entre las cuatro paredes de su castillo, o secuestrada de dueñas y cancerberos. Pasó mucho tiempo, y cuando ya el castillo era refugio de murciélagos, y los judíos vivían en su último reducto de aquella cueva colosal, frente al mismo castillo, los habitantes de la Ciudad veían cómo a las doce de la noche, en el plenilunio, descendía una mujer vestida con túnica blanca y se bañaba en las linfas del Guadalaviar.
Volaba más que corría por la senda que baja muy pendiente, y flotaba en el aire su túnica alada, entre padrenuestros y exorcismos de los asustados moradores de aquel barrio. El Corregidor en persona organizó una batida, precedido de sus bravos “andadores” y en el castillo no encontraron rastros de vida humana.
Se apostaron junto al río, esperando la hora del baño, y comprobaron que sólo en viernes se bañaba, por lo que llegaron a la conclusión de que era una joven judía, pues, tal día era el suyo para bañarse según fuero; y pensaron enseguida y admitió el pueblo entero, que se trataba de la SOMBRA DE Dña. BLANCA, cristiana de nacimiento, pero judía por su matrimonio.
Dicen que era tan hermosa que el Corregidor y sus “andadores” tuvieron la debilidad de apoderarse de la túnica, cosa que el fuero prohibía:
“Decabo mando que qual quiere, que a mugier bannada, rapara pannos o espoyara, peche CCC solidos”…-. Y sucedió entonces que la túnica voló a la Cueva de los judíos y de aquí a la Torre, desapareciendo etéreo el cuerpo de D.a Blanca.
Es un arcano su matrimonio con el joven judío, y su descendencia incógnita… Lo cierto es que esta leyenda perdura hasta nuestros días y Dña. Blanca es un fantasma simpático y amable que nos visita las noches de plenilunio y de su castillo a la cueva de los judíos hay un no sé qué de celajes blancos, etéreos, que descienden hasta el río.
Es la leyenda del amor contrariado entre la roca sefardí y el castillo cristiano, pero todos creemos en la sombra de D.’ Blanca como un fantasma familiar e inofensivo…
Al llegara las inmediaciones de Tramacastilla, el Guadalaviar se encajona profundamente originando angostos pasillos de roca. Hay puntos en los que el desfiladero alcanza una gran profundidad y donde el agua corre en tromba de manera salvaje en las tormentas de verano. El lugar donde más se aproximan los lados del desfiladero y donde más altura alcanza el mismo se llama Salto de Pero Gil, por motivos que se desprenden de la siguiente historia.
Pero Gil era un escudero del Cid, que acompañó a su señor durante las expediciones que éste realizó por la Sierra de Albarracín contra los moros. Sucedió que, cuando el Señor de Albarracín se enteró de la presencia del caballero castellano en sus dominios, ordenó a un buen número de sus mejores guerreros que fuesen en su busca para entablar batalla.
Al Cid lo acompañaban unos pocos soldados cuando estaba descansando en los parajes que hoy se encuentran entre Villar del Cobo y Tramacastilla, cerca de la zona de Barrancohondo. Al verse los caballeros cristianos sorprendidos por los soldados musulmanes, se entabló una desigual batalla en la que las crónicas cuentan que resultó herido el propio Cid Campeador.
Los cristianos se vieron obligados a emprender la huido, y entre ellos Pero Gil, que emprendió veloz galope con su caballo por la aparente llanura sin saber de la presencia del desfiladero de Barrancohondo, que apareció bruscamente ante sus ojos e hizo que el caballo se detuviese.
Los moros se acercaban y no había ninguna posibilidad, así que Pero Gil espoleó a su caballo e inició una veloz carrera hacia el barranco, dando su caballo un salto tal que le permitió alcanzar la otra orilla. Sus perseguidores quedaron atónitos y no se atrevieron a seguirlo. Desde entonces, ese estrecho pasillo rocoso excavado por el Guadalaviar se conoce como Salto de Pero Gil.
Para obtener una visión de lo que es la Ciudad, no hay nada mejor que recorrer sus calles y observar su peculiar arquitectura, sus construcciones de yeso rojizo y madera, su suelo empedrado utilizando rodeno y sus tejados, que casi se tocan en el empeño de ganar espacio.
Podemos acceder a la ciudad bien por las calles que la forman a modo de paseo por ellas o bien sobre el plano de la Ciudad, pinchando sobre los monumentos.
Es el centro de la Ciudad, donde nacen y mueren todas la calles. Esta presidida por el ayuntamiento del siglo XVI, en forma de U, y posee en su planta baja porches. Además del Ayuntamiento, encontramos en esta plaza algunos edificios destacados, como el del Banco Hispano, con su balcón de esquina.
Esta calle, que fue la más importante de la Ciudad en el siglo X, comienza en la Plaza mayor, al lado de la Casa de la Cultura. En ella destacan tres edificios: la casa de los Monterde de Antillón, con su ostentoso escudo en la puerta, la Catedral y el Palacio Episcopal, del que luego hablaremos.
También destacan dos explanadas, una junto al Palacio episcopal, y delimitada por dos torreones sobre el Portal del Agua y el segundo es un Mirador enfrente de la fachada principal de la Catedral y uno de los mejores lugares para obtener una panorámica de la Ciudad.
La Catedral es el edifico más importante de la Ciudad. Edificada en un principio en el 1200, la actual Catedral fue edificada a finales del siglo XVI,. Consagrada a San Salvador, es un edificio gótico de una sola nave con capillas entre los contrafuerte. Apenas tiene fachada y de ella destaca su gran campanario de planta cuadrada y en cuya base encontramos restos romanos.
En su interior destaca el retablo del altar mayor, obra de Cosme Damián Bas, y sus magníficos bajorrelieves. También destaca el retablo de San Pedro, de Gabriel Joli, tallado en madera de pino a finales del XVI, el retablo de San Juan Bautista y el coro.
Junto a la Catedral de Albarracín se localiza su Palacio Episcopal, como el más importante edificio de carácter residencial de toda la comarca. Es una grandiosa construcción del siglo XVIII, que se conserva en su integridad. El actual Palacio conserva en perfecto estado la Capilla y Oratorio privado de¡ Obispo, su alcoba y despachos, “Mayordomía”, cocinas y hornos, así como las dependencias del Vicario General, zona de servicio y administración entre otros habitáculos.
Al igual que cualquier otra casa de la ciudad, este formidable edificio se ha levantado sobre roca, utilizando buenas maderas de pino y típico yeso rojo del terreno aplicado incluso como pavimento. Merecen destacar también sus forjas y carpinterías originales, en habitaciones muy decoradas, con pinturas sencillas y especialmente coloristas.
Su portada barroca deja paso a un discreto patio interior, conectado con la escalera principal a través de un doble arco. Es precisamente esta escalera la que distribuye las dependencias más nobles del edificio, donde se localizan el MUSEO, y el PALACIO De REUNIONES Y CONGRESOS.
Situado a los pies del Castillo, antigua Alcazaba, se encuentra el barrio de San Juan, antiguo barrio judío. Bordeado por el meandro que forma el Guadalaviar, en el destaca la Iglesia de Santa María, mezcla de estilos, y en donde destaca la cúpula de la Capilla de la Comunidad de Albarracín.
También encontramos en este barrio la Torre de Doña Blanca, resto de un castillo del mismo nombre y el antiguo hospital, hoy museo. También destaca, al lado de la catedral, la plaza de la Seo, o del Aseo como incorrectamente se rotula.
Partiendo de la Plaza Mayor, esta estrecha calle destaca por sus casas, que van ganado espacio hasta tocar sus tejados en alguna partes. En ella se encuentra la Plaza de la Comunidad, con sus peculiares fachadas y la Casa de la Julianeta, quizá la más fotografiada de Albarracín, con su base mucho más estrecha que el resto.
Es la antigua salida de la ciudad al río, de ahí su nombre del agua. Forma una pequeña placeta de armas rodeada de murallas y con un torreón que domina el lugar.
Al final de la Calle del Portal nos encontramos el Portal de Molina, otra de las antiguas puertas de la Ciudad. Desde él vemos la famosa Casa de la Julianeta, con su extraña arquitectura y enmarcada por el propio Portal. Tras éste, fuera del recinto amurallado, se encuentra el barrio de los Palacios, aunque ya no queda ninguno de lo que daba nombre al barrio.
Partiendo de la Plaza Mayor nos encontramos la Calle del Chorro, que toma su nombre por la pequeña fuente que se encuentra en ella. En esta calle destaca la casa que se encuentra enfrente de la fuente, que se encuentra totalmente inclinada hacia un lado.
Otra de las calles que parte de la Plaza, serpenteando, estrecha, con los tejados casi rozándose. EN ella encontramos la calleja del Postigo, por encima del túnel y dos palacios de interés: Navarro de Arzuriaga y la Brigadiera.
La Casa de los Navarro de Arzuriaga es un edificio del siglo XVII, y destaca por su color, azul, y por el escudo de su puerta.
La Casa de la Brigadiera, hoy Hotel Albarracín, data de finales del siglo XVI. Su parte posterior se asienta sobre los escarpes rocosos que delimitan la parte oriental de la ciudad.
Construidas en principio para defensa de la Ciudad, en ella destaca la Torre del Andador, vértice de la muralla y a cuyos lados se abren y desciende por las laderas. Restauradas los últimos años, se puede pasear por ellas.
Situada en la Cordillera Ibérica, la Sierra de Albarracín constituye un conjunto montañoso surcado por gran cantidad de valles que confieren infinidad de condiciones ambientales, dotando a la zona un elevado valor ecológico. Las alturas más elevadas que encontramos se sitúan en torno a los 1.900 m.
Es un importante punto hidrológico, del que parten corrientes hacia la vertiente atlántica, la mediterránea y el valle del Ebro. Cerca de la Sierra nace el Guadalaviar, al que se le unen varios afluentes (río Griego, Garganta, Noguera…). En la propia Sierra nace de el río Gallo (que se une al tajo posteriormente), también emerge el Tajo y el Cabriel; a parte de numerosos arroyos.
Una temperatura media anual bastante baja y un verano con escasísima pluviometría determinan en gran medida el tipo de cubierta vegetal característica de la Sierra. Por otra parte, aparece una típica gradación en función de la altitud y aparecen varios pisos. El más elevado, el alpino, formado por praderas de gramíneas a altitudes de 1.700 m.
El subalpino, por encima de los 1.500 m, se extiende por grandes extensiones calcáreas, con grandes extensiones herbáceas, arbustivas y de plantas rastreras. Si de dos especies vegetales tuviéramos que hablar, sería del enebro común (Juniperus communis) y de la sabina rastrera (Juniperus sabina).
Mención especial merecen los hongos, fuente de riqueza de la zona. Varios son los hongos que crecen en estas zonas y gozan de gran apreciación gastronómica. Podemos destacar los sabrosísimos porros (Boletos edulis), los rebollones o níscalos (Lactarius deliciosus), las cascarrias (Clavaria flava)…
La fauna de la Sierra es abundante y rica, gracias al crisol de biotopos que se dan en la zona. La biodiversidad se dispara cuando entramos en el terreno de los invertebrados. Por la Sierra revolotea una de las mariposas más bellas jamás catalogadas, única en el mundo, que sólo se da en esta zona. Hablamos de la mariposa Graelsia isabellae, un precioso lepidóptero nocturno con alas verdes de irisados reflejos.
La fauna vertebrada es más compleja de ver, aunque al visitante paciente se le ofrecen oportunidades de recrearse con auténticos espectáculos naturales. Los ríos son poblados por truchas, barbos y carpas. También encontramos ranas en las pequeñas charcas que descubrimos en nuestro caminar, incluso algunos podrán deleitarse con la ranita de san Antón y no nos serán ajenos las diversas especies de sapos que pueblan estas tierras. Lagartos ocelados y culebras bastardas y de escalera podremos encontrarnos en nuestras rutas. Estas especies no deberán ser temidas si no se les molesta, y baste el evitar nuestro encuentro con ellas para evitar pequeñas sorpresas.
Urracas, cornejas y cuervos serán incansables compañeros de viajes por páramos y roquedas, laderas y sabinares que gustemos en disfrutar. Sus graznidos nos darán cuenta de ellos y nos avisarán de su presencia. Pero, sin lugar a dudas, las rapaces son las verdaderas señoras del aire por aquestos parajes: águilas reales, calzadas, culebreras, ratoneros comunes, halcones, buitres, cernícalos… pueblan los aires de estas montañas. También hayamos aves nocturnas, como los buhos y los buhos chicos, además de silenciosas lechuzas. Verderones, arrendajos, páridos, cucos, mirlos, jilgueros, alondras y perdices forman el resto del conjunto de aves que pueblan estas agrestes tierras.
Los mamíferos también tienen excelente representación en estas montañas. Los más pequeños, desde erizos a musarañas, murciélagos, topos, conejos, ardillas y lirones; todos tienen cabida entre la vegetación de la zona. Y con respecto de los carnívoros mencionar a los astutos zorros, gatos monteses y nutrias, además de garduñas y comadrejas. Y finalmente el rey de la Sierra, el ciervo, junto a los demás ungulados: corzos y gamos.
Esta ruta por la sierra nos llevará por preciosos parajes hasta que demos con Orihuela del Tremedal, a unos 30 kms. de nuestra población de partida, Albarracín. Una parte de nuestro camino lo realizaremos siguiendo las aguas de un infatigable compañero, el Guadalaviar. El paisaje se compone fundamentalmente de pinos y sabinas.
A la altura de Tramacastilla podremos observar, en un margen de la carretera, cavernas, utilizadas como refugio para el ganado. Conforme alcanzamos la mitad de nuestro trayecto, las fuentes se hacen más abundantes, como la Fuente de Juan Ramón, la Fuente del Canto o la del Puerto. Junto a Bronchales encontramos una zona de acampada, Las Corralizas, donde el viajero fatigado puede encontrar su ansiado reposo.
Si bien, un poco más adelante encontramos la Fuente del Canto, muy popular en la zona, que cuenta con infraestructura para comer. A 2.5 km. de esta fuente hallaremos un cruce, con la carretera que lleva al Puerto de Orihuela, en donde puede explayarse el viajero sin prisas.
Pero nosotros recomendados visitar El Río de Piedra, un precioso paraje que tuvo su origen en el periglaciarismo del Cuaternario.
Pocos kilómetros nos quedan para llegar a nuestro destino, y si nos queda algo de tiempo, podemos visitar el Santuario del Nuestra Señora del Tremedal, tras avanzar por un bonito camino desde la propia Orihuela.
Tras salir de Orihuela, tomaremos una carretera que señaliza hacia Orea, pero a los 800 m tomaremos una pista de tierra, que nos llevará a la carretera que conduce a Griegos. Antes pasaremos por la falda del Caimodorro, cuyo pico alcanza los 1.935m.
Si se dispone de tiempo y ganas para el paseo montañero, se puede ascender a la cima, tras media hora de marcha ligera. Si por el contrario no nos detenemos, llegaremos a Griegos, el pueblo más alto de la Sierra.
Siguiendo la carretera, y tras salir del pueblo, a unos pocos km., llegaremos al nacimiento del Tajo, en una explanada pobladas de enormes monumentos metálicos. Siguiendo la carretera se llega a Frías de Albarracín, pueblo dedicado a la madera.
Un poco antes, en la Hoya de Vicente, podemos visitar tres simas kársticas, desgraciadamente una utilizadas como vertedero. A partir de aquí, el recorrido coincide con el siguiente, pero en sentido contrario, por lo que se puede consultar posteriormente.
Partimos de Albarracín hacia el oeste, y llegamos a Entreambasaguas, donde se juntan los ríos Royuela y Guadalaviar. Continuamos la ruta en paralelo al río Blanco. Un poco más adelante podremos disfrutar de la Cascada Batida de Calomarde, entre caprichosas formas geonaturales.
Continuando la carretera llegamos a Frías de Albarracín. Tras una parada en este bonito pueblo, debemos retomar la carretera que nos ha traído al pueblo, pero ahora en sentido contrario, y enseguida tomar una pista a la izquierda, que nos llevará a Villar del Cobo.
Pronto llegaremos a Fuente del Berro, lugar dotado de infraestructura, donde podremos detenernos y descansar, si así gustamos.
Continuando camino llegamos a un cruce de caminos, en el que encontramos un refugio. Tomaremos el camino de la derecha, que conduce a Tramacastilla. Desde ahí, y bordeando el río Guadalaviar llegamos a Torres de Albarracín y finalmente Albarracín.
Salimos de Albarracín como en el itinerario anterior, hasta donde se unen los ríos Blanco y Royuela. Debemos tomar el camino que va al pueblo de Royuela, y más adelante el que va hacia Terriente y Toril.
Antes de llegar a Terriente podremos ver un lugar de cría de toros bravos. Continuando, podremos llegar a Toril, y tras visitar el pueblo, retrocederemos por la carretera que hemos venido y tras marchar cosa de un km, tomaremos un desvío a la derecha, que nos lleva a Valdecuenca, en cuya iglesia podemos ver la importante portada plateresca.
Desde Valdecuenca tomaremos el camino hacia el norte, que lleva a Bezas y Saldón, pueblos que merece la pena visitar y saborear lentamente. Desde Bezas tomaremos la carretera que nos lleva directamente a Albarracín.
Salimos de Albarracín, atravesando el barrio del Arrabal, por la carretera que conduce a Bezas. A 3 km, hacemos nuestra primera parada, justo al empezar los pinares, en donde podemos contemplar el Barranco del Cabrerizo.
Luego, a solo 1 km, esta el Área Recreativa de la Cocinilla del Obispo, punto de partida de la rutas que nos llevan a visitar los abrigos con pinturas rupestre de Arte Levantino.
Posteriormente, siguiendo la carretera principal, podremos contemplar las impresionantes formaciones rojizas de arenisca, entre las que discurre nuestro caminar. Este recorrido destaca por la magnificencia del entorno natural.
Si continuamos por esta carretera durante unos 9 km, llegaremos a un cruce de camino, en donde si tomamos la carretera de la izquierda, que nos llevaría a las casas de Juan Teresa y Gea de Albarracín.
Siguiendo la ruta principal llegaremos hasta el Centro de Interpretación de Dornaque en donde recibirá información de los Pinares del Rodeno. Desde allí, tenemos varias opciones: O regresar por el mismo camino hasta Albarracín.
O bien tomar un camino forestal a nuestra derecha en donde nos encontramos varios putos interesante, el mirador de Peña de la Cruz, un punto de observación de la Sierra Carbonera (1.540 m), desde donde tenemos una preciosa vista de la zona, la Laguna de Bezas y más adelante, al final de la pista de 10 km, la Masía de Ligros y el Campamento de los Maquis, de acceso sólo caminando.
O bien, siguiendo la carretera a la izquierda, llegamos hasta la población de Bezas, en donde destaca . Desde allí se puede acceder a Teruel pasando cerca del embalse del Arquillo.
Salimos de Albarracín en dirección a Gea de Albarracín. Pasaremos por un albergue juvenil y la Masía de Toyuela. Llegaremos a un cruce, tomando la dirección de Pozondón, curioso por su iglesia en forma de castillo. Continuando la carretera, nos introducimos en los Llanos de Pozondón, una enorme penillanura a 1.400 m de altitud, que data de la Era Terciaria.
Podemos decidir visitar la Hermita de los Santos de Piedra, para lo cual, deberemos tomar el camino que nos aparece a nuestra izquierda. Se sitúa a 1.540 m, y nos ofrece una válida vista de toda la penillanura. Continuando camino, llegamos a Ródenas, de donde sale un camino que nos llevará al castillo de Peracense. Podremos disfrutar las extrañas formaciones de rodeno que emergen a nuestro alrededor.
Llegaremos al castillo, que se alza en una peñas que lo hacen inexpugnable. Data del siglo XIV, y fue un importante punto de defensa en el medievo. Lo difícil del terreno lo hacen un lugar idóneo para las rapaces, que si tenemos suerte nos acompañarán en buena parte del trayecto.
Una vez aquí, podemos volver por le mismo camino, o si es nuestro deseo el salir de la zona, podemos tomar la carretera hacia Villafranca del Campo o hacia la Almohaja., según queramos ir a Zaragoza o hacia Levante.